
En medio del bullicio del Coliseo Miguel Happy Lora de Montería, donde cada punto de voleibol se celebra con gritos y aplausos, hay una figura que se mueve con rapidez y discreción. No anota, no remata, no bloquea. Pero sin él, el juego no podría continuar. Se llama Gabriel Ruiz, y es uno de los más de 220 voluntarios que acompañan las competencias de los VII Juegos Escolares Centroamericanos y del Caribe – Córdoba 2025.
Gabriel viste el uniforme de voluntario con orgullo. Su labor, aunque pasa desapercibida para muchos, es vital: mantener seca la superficie de la cancha. “Mi trabajo es limpiar y velar porque todos los deportistas se encuentren bien. Es una labor importante porque así prevenimos lesiones y brindamos un mejor espectáculo a la afición”, explica con una sonrisa mientras sostiene su toalla.
Durante cada partido, sus movimientos son casi coreográficos. Apenas un jugador cae o el sudor deja un rastro en el piso, él corre, limpia y se retira antes de que el árbitro dé la señal de reanudar el juego. La seguridad de los atletas y el ritmo del espectáculo dependen, en buena parte, de su rapidez y precisión.
Los llamados moppers o asistentes de cancha, como Gabriel, son parte esencial del equipo técnico. Aunque las canchas cuentan con materiales antideslizantes y los zapatos deportivos están diseñados para mejorar la tracción, es finalmente su trabajo el que garantiza que todo funcione con la seguridad y el dinamismo que exige la competencia.
Como él, decenas de voluntarios están distribuidos en distintas áreas: protocolo, técnico deportivo, transporte y alimentación. Son estudiantes, profesionales, docentes y emprendedores de municipios como Montería, Cereté, Lorica y Sahagún, unidos por una misma motivación: aportar al desarrollo del deporte y vivir de cerca un evento histórico para Córdoba.
En cada jornada, Gabriel Ruiz demuestra que el éxito de los Juegos no solo se mide en medallas, sino también en la entrega de quienes, con su trabajo silencioso, hacen posible que todo brille sobre la cancha.
