A Enith María Pedroza Guerra, vocera y familiar, le cuesta trabajo pronunciar las palabras, “Hoy mi hermana, Claudia Guerra y sus dos hijas, Esther y Valeria,  están cumpliendo 4 meses de fallecidas, y no ha pasado nada, nadie hace nada, y solo nos queda esperar, después de varios plazos, la audiencia que programó la Fiscalía para el próximo 17 de octubre, mientras qué el responsable, Sergio Rhenals, sigue con su vida normal, como si le hubiera causado la muerte a 3 animalitos”.

Mucha gente comparte nuestro dolor, pero como van las cosas, estas muertes van camino de quedar en la impunidad, señaló.

Los hechos.

En el Retiro de los Indios, corregimiento de Cereté, muchas cosas cambiaron después de aquella fatal noche del pasado 3 de junio, cuando Claudia Guerra Sánchez, junto a sus dos hijas, Esther y Valeria Kardús Guerra, perdieron la vida al ser arrolladas por un vehículo conducido con exceso de velocidad. Salían de una iglesia, y ese día, las oraciones de Claudia tenían una intención especial: pedir por la salud de ‘Kikín’, un joven vecino que estaba en cuidados intensivos.

Sergio Rhenals Soto, habitante del sector, está sindicado de conducir esa noche el carro que causó la tragedia, sin embargo no ha sido posible que se lleve a cabo la primera audiencia en la Fiscalía de Cereté, donde los familiares presentaron la denuncia. Enith María Pedroza Guerra, vocera de la familia, sostiene que el Fiscal del caso les advirtió que el accidente configuraba un homicidio culposo y que por ello Rhenals Soto no iría a la cárcel.

Nadie entiende en El Retiro de los Indios por qué una señora tan buena, humilde, y entregada a los asuntos de una iglesia, tenía que perder la vida junto a sus hijas de esa forma tan brutal. Muchas personas del pueblo mantienen el luto en su interior y se refieren al caso con tanta nostalgia, que la tristeza les apaga las palabras. “Ahora se le tiene miedo a la carretera, a la velocidad de los irresponsables”, señala un morador del corregimiento.

Sus familiares recuerdan a Claudia como una mujer bien alegre, y a pesar de su pobreza, sostienen que siempre mantenía una sonrisa en su rostro. “Le hacían falta muchas cosas, pero era una mujer servicial, echada para adelante y trabadora”, relata Enith María Pedroza.

De Sergio poco se sabe, solo que partió en el momento del accidente dejando con vida a Valeria y a Esther, porque según narran testigos, ellas no fallecieron en el acto como Claudia, y en lugar de prestarles ayuda, huyó del lugar. Las menores fueron trasladas al hospital San Diego de Cereté, donde una falleció, y la otra murió al amanecer en una clínica de Montería.