*Marta Sáenz Correa

Hoy tuve la oportunidad de leer uno de los libros de Walter Riso, Cuestión de Dignidad, que nos enseña a comportarnos de manera asertiva y a descubrir la falta de asertividad en las personas que no son consciente de sus limitaciones. Por considerar de vital importancia las lecciones aprendidas con su lectura les compartiré los aspectos relevantes del mismo.

Una persona asertiva, por definición, es capaz de ejercer y/o defender sus derechos personales, como lo son decir no, expresar desacuerdos, dar opiniones contrarias y/o expresar sentimientos negativos sin dejarse manipular, como hace el sumiso, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como hace el agresivo. Existe una zona intermedia entre la sumisión y la agresión, en la que se realza la verdadera capacidad humana de reconocerse sin ser individualista, de cuidarse a si mismo sin descuidar a los demás y construir una buena salud mental aprendiendo a expresar adecuadamente lo que se piensa y se siente.

Es importante conocer porque es bueno ser asertivo. Lo primero, fortalece el amor propio y la dignidad, para exigir respeto debo empezar por respetarme a mi mismo y reconocer aquello que me hace particularmente valioso. Lo segundo, nos permite una mejor defensa psicológica y nos hace mas seguros, cuando somos asertivos se reduce la discrepancia entre el yo real y el yo ideal, quiere decir que cada vez que ejercemos el derecho a expresarse nuestras opiniones y sentimientos, el yo real crece, se afianza, se descubre a si mismo, se asombra de sus capacidades, y el yo ideal no se ve tan lejos. Lo tercero, ayuda a resolver problemas y mejorar la comunicación, permite relaciones mas funcionales, mas directas y autenticas.

Las personas que practican la conducta asertiva son mas seguras de si mismas, mas tranquilas a la hora de amar y mas transparentes y fluidas en la comunicación; además no necesitan recurrir tanto al perdón porque al ser honestas y directas impiden que el resentimiento eche raíces.

Las personas no asertivas piensan, sienten y actúan de una manera particularmente débil a la hora de ejercer o defender sus derechos, y tienen típicos pensamientos como: los derechos de los demás son mas importantes que los míos; no debo herir los sentimientos de los demás ni ofenderlos, así yo tenga la razón y me perjudique; si expreso mis opiniones seré criticado o rechazado; no se que decir ni como decirlo, y no soy hábil para expresar mis emociones. En resumen, los individuos sumisos suelen mostrar miedo y ansiedad, rabia contenida, culpa real o anticipada, sentimientos de minusvalía y depresión.

Nota Adicional

Ni sumisión ni agresión: asertividad es la clave.