*Marta Sáenz Correa

Vivimos en una sociedad en la que todos tenemos afán por hacer cosas todo el tiempo, si no se está haciendo algo, o se tiene una actividad entre manos, parece que estuviéramos perdiendo el tiempo. En resumen: el no hacer nada está muy mal valorado socialmente. En razón a lo anterior le inculcamos a nuestros hijos que hay que tener actividades por hacer, agendas estructuradas y copadas. Cuando ello no ocurre, es cuando escuchamos que el niño se queja de que esta aburrido.

Los padres se sienten culpables cuando sus hijos se quejan de que están aburridos, se angustian por no saber qué hacer, y creen que el niño lo pasa mal. Es muy habitual que los padres den por hecho que el aburrimiento en los niños responda a un cansancio o tedio debido a que no encuentran algo que les distraiga y divierta.

 Hay que acabar con el estigma de que el aburrimiento es malo. Por el contrario, es el preámbulo al juego y a la creatividad. Los niños de hoy no se aburren más que los de otra época, es solo que no son capaces de usar la imaginación ni de aprovechar su tiempo libre. Según la psicóloga y psicoterapeuta francesa Etty Buzyn, autora del libro: «Papa, mama ¡déjame tiempo para mí!»  hay que dejarlos que se aburran para que aprendan a disfrutar de esos momentos de calma, muy constructivos. Tenemos que animarlos a imaginar lo que podrían hacer y guiarlos para que jueguen.

Cuando los niños se aburren, normalmente es porque su vida cotidiana está condicionada por un ritmo de vida frenético, por el consumismo, por niveles de estímulos demasiados altos o por la presencia de pantallas ante las que se vuelven pasivos. Coinciden los psicólogos en afirmar que las nuevas tecnologías, han contribuido a que ahora los niños pasan más tiempo ensimismados ante las pantallas y no juegan lo suficiente

Por lo anterior, es importante que los niños no tengan su ocio programado, porque en la libertad del tiempo libre pueden aprender y desarrollar infinitas capacidades positivas para su crecimiento. Aburrirse desarrolla la autonomía personal, el pensamiento propio, y la imaginación. Los niños necesitan la oportunidad de hacer cosas por sí mismos, de ponerse sus propias metas, inventarse planes y proyectos, de manera tal que aprendan a valorar el tiempo y a gestionarlo. Vencer el aburrimiento implica esfuerzo, por lo cual, no debemos darles todo hecho, ayudarles si, pero no proveerles la solución.

Si los padres no les proponen una nueva actividad, ellos mismos buscarán en que entretenerse, dándole rienda suelta a su imaginación y creatividad. Esa nueva actividad generalmente genera muchísimo más entusiasmo y una actitud más positiva.

PARA DESTACAR:

Hay algo de dulce y sosegador, y sobre todo de sabio, en eso que los hombres del mundo llaman aburrirse. (Miguel De Unamuno).