El Papa Francisco en sus reflexiones sobre la familia nos recuerda: «Los hijos son un don de Dios, no son una carga». Un hijo se ama porque es hijo, no porque sea inteligente, bello, o por que sea así o no. Además, expresa el pontífice, los hijos no son posesión ni un modo de realizarse de los padres. Hay un vínculo estrecho entre la esperanza de un pueblo y la armonía entre generaciones. La alegría de los hijos hace palpitar el corazón de los padres y vuelve abrir el futuro. Los hijos son la alegría de la familia y de la sociedad; son un don, un regalo.
Un hijo es una vida generada por nosotros, pero destinado para el bien de la familia, de la sociedad, y de la humanidad. Los hijos son amados antes de que lleguen, de haber hecho algo para merecerlo, y de saber hablar o pensar, e incluso antes de venir al mundo.
Comparto plenamente lo expresado por el Papa Francisco, en que sin lugar a dudas los hijos son una bendición y el mejor regalo de Dios. Por ello la paternidad debe tomarse como una decisión, no como una opción y como tal se requiere que los futuros padres estén preparados en el aspecto personal, económico, y profesional para esa etapa de su vida, para poder aceptar que las prioridades deben cambiar para darle a los hijos un adecuado desarrollo y formación en valores.
Personalmente considero que con la paternidad llegan cambios en el matrimonio que a veces no son asimilados de la mejor manera y que impiden que este nuevo rol se tome con la responsabilidad que se requiere. Sin embargo, un poco de aceptación puede hacer que esta responsabilidad no se convierta en una carga.
No podemos desconocer que en los tiempos actuales las cargas laborales y los compromisos sociales hacen que descuidemos la labor paterna. Por ello hay que estar atentos a los síntomas que presenten nuestros hijos cuando están demandando acompañamiento por nuestra parte. Los padres deben estar preparados para darles lo mejor de sí mismos, pues ese primer vínculo afectivo es de gran importancia en los primeros años de vida y constituyen la base para formar hombres y mujeres de bien en nuestra sociedad.
Finalmente, a los hijos hay que reconocerles su valor, pero a los padres siempre se los debe honrar. Una sociedad que no honra a sus padres es una sociedad sin honor. Pero también una que no ama rodearse de hijos, que los considera una preocupación, un peso, un riesgo, es una sociedad deprimida
Para destacar:
Si vemos a los hijos como una oportunidad para crecer como personas y tener la experiencia que más puede enriquecer nuestra vida y cultivar nuestro espíritu, lo viviremos como la mayor bendición que hayamos recibido.