
Yo creo que generar empleo con corralejas es como producir recursos para la salud, gracias al consumo de cigarrillos.
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El debate se da entre quienes siguen apoyando ese paradigma arcaico que define a las fiestas de toros en corralejas como una sana costumbre que hace parte de la cultura Caribe, y entre quienes las describimos como un evento demencial, e irracional, que saca a relucir las miserias más ocultas del ser humano, al contemplar en medio de música de banda, la forma brutal como un toro embiste y asesina personas, o lo contrario, cuando a fuerza de palo y garrochas, hombres envalentonados por el licor, maltratan hasta quitarle la vida a un animal.
Los defensores, en su mayoría personas que viven de este criminal negocio, dicen que las corralejas le generan ingresos a muchos informales, a las arcas de los municipios, a banderilleros, manteros, toreros, locutores y emisoras, pero no mencionan que los grandes ganadores del negocio son los ganaderos y la junta que organiza cada una de estas corralejas. Yo creo que generar empleo con corralejas es como producir recursos para la salud, gracias al consumo de cigarrillos.
El licor de turno se vende dentro y fuera de las corralejas, negocio redondo para los distribuidores de licores, se necesita tener deformada la inteligencia para permitir que cientos de borrachos que a veces a penas se pueden sostener en pie se enfrenten en una plaza a un toro bravo, y más aun cuando al animal le han clavado un par de banderillas.
Mientras continúa el debate, la arena de las corralejas del Caribe colombiano se sigue manchando con la sangre de muchos aficionados e inclusive manteros y banderilleros profesionales que acuden a esas tardes de toros, movidos por una extraña pasión, pero sobre todo sabiendo que es una oportunidad de supervivencia para sus familias, debido a que muchos no conocen otra forma de ganarse la vida.
Me perdonan los defensores de este “circo romano”, pero no encuentro nada de cultura en un evento donde los poderosos tiran billetes a la plaza para que gente humilde arriesgue su vida tratando de obtenerlos, también es una vulgar mentira decir que en las fiestas de toro se mezclan personas sin distingos sociales, yo siempre observo a los privilegiados en los palcos tomando licores finos, mientras los pobres exponen su vida por unos cuantos pesos en la plaza.
La Política y los toros.
Son pocos los alcaldes que han tenido el valor moral de frenar esta irracional tradición, ¿acaso por ser tradición hay que mantenerlas?, son las autoridades municipales las indicadas para acabar con esta locura que se llama fiesta brava. Revisando apellidos de burgomaestres en Córdoba, encuentro que alguno de ellos y muchos de sus familiares son dueños de ganaderías poderosas, las mismas que animan por las tardes las corralejas de la muerte.
En las corralejas se hace política, candidato que se respete pasa por un palco de honor, esto dificulta la oposición que se necesita de los mandatarios municipales, porque la presencia en esos palcos es sinónimo de poder. Uno no entiende qué mientras el pasado 6 de enero el presidente Juan Manuel Santos, sancionó la ley contra el maltrato animal, en nuestras corralejas se siguen maltratando animales.
Parece que a las familias humildes del Caribe les va tocar seguir enterrando a sus muertos por cuenta de una tradición teñida de sangre, ¿Cómo parar esa desenfrenada pasión de quienes tienen el valor de enfrentarse de forma desigual a un toro bravo?, la respuesta es una sola, prohibiéndolas, no haciéndolas, no patrocinándolas.
Llama la atención que precisamente una senadora Caribe, Nadia Blel Scaff, nacida en Cartagena, haya elevado la voz en el Congreso de la República; en una entrevista para Ola Política, la congresista me respondió sobre el tema: “No se puede permitir que casos de maltrato animal se amparen en conceptos como la tradición y la cultura”.
Hace días observe un video de corralejas en Ciénaga de Oro, donde un toro embiste a un aficionado causándole la muerte, el mismo reafirma mi conclusión, es una fiesta criminal, no debemos sentir orgullo quienes tuvimos el privilegio de nacer en el Caribe por las corralejas de la muerte.