Por Jorge Enrique Diaz Varela
Ya han pasado 10 años desde que dejó de existir la navidad y otras festividades en las que participaba la familia, y en especial los niños. La última navidad fue en el año 2019, para esa época un personaje siniestro hizo su aparición, y no era Mr. Scrooge, era un minúsculo ser al que llamaron de muchas formas, pero la más aterradora COVID19.
En una desolada tarde de febrero del 2020 un hombre al que todos le creían dio una nefasta noticia, había llegado un asesino al planeta tierra y los culpables unos desagradables animales, los murciélagos, al menos eso decía él, y con esa información logró que se encerraran en sus casas millones de personas, situación que dio paso a un sinnúmero de medidas.
En 2020 a finales de marzo todos estaban enclaustrados y los enfermos crecían día a día, los primeros en ser aislados fueron esos que tenían las tradiciones a flor de piel, adivinen quienes eran estos duendecillos que pasaban de generación en generación la tradición de la familia, el amor, la amistad y claro los festejos, pues estos eran los abuelos de todas las familias, que por arte de magia fueron encerrados para que no los “matara el maligno COVID” y mejor que murieran de tristeza, solos y abandonados en un rincón de sus casas.
Seguidamente se aislaron a los niños que eran los herederos naturales de los abuelos, y fue fácil encerrarlos y aislarlos, situación contradictoria, porque se les violaron sus derechos, aunque todos a 4 vientos gritaban que los suyos estaban encima de todo, y claro con los duendes, los abuelos, y los niños aislados las tradiciones empezaron a tambalear.
Pasados algunos días se inventó el distanciamiento social para que los adultos se protegieran, y hubo mucha protección pero se acabaron las relaciones sociales y familiares, porque eso era lo que se buscaba al distanciar socialmente a unos de otros, no comprendían los poderosos ogros que lo que se debía aplicar era un distanciamiento físico, pero dicho distanciamiento no debía aplicarse en la familia sino en la calle, almacenes u otros lugares de conglomeración.
Ya nadie tampoco volvió a reconocerse porque el uso de máscaras se volvió natural, ya los padres no reconocían a sus hijos y los hijos no sabían quienes eran sus padres, fue tanto el tiempo que se tuvo la mascarilla que los rostros evolucionaron hasta perder la posibilidad de sonreír.
Todo eso paso y nadie se daba cuenta, se empezaron a prohibir festejos entre amigos, luego se paso a los festejos de los grupos sociales hasta finalizar con la prohibición total de fiestas y encuentros familiares, es mas se prohibió la cercanía de esposos, novios e hijos, danto por terminado uno de los avances mas importantes de la humanidad el hogar, la familia.
En 2019 a la media noche del 24 de diciembre miles de hogares del mundo se daban abrazos de felicidad por estar juntos, no sabían que ya el COVID rondaba sus casas, sus familias, el planeta, se deseaban feliz navidad e intercambiaban regalos, y se preparaban para el que seria el mas triste de los años el 2020, en este año se dio por terminado el intercambio entre las personas todo paso a ser virtual, muy parecido a lo expuesto en 2009 en la película de Bruce Willis, Identidad Sustituta, ¿estaban preparando a la raza humana a algo que se avecinaba?
Ya corrido el 2020 se cerraron escuelas, universidades, iglesias, discotecas, casinos, empresas y sobre todo se cerro la posibilidad de la interrelación social, solo los “poderosos” económica y políticamente hablando podían hacer cuanto quisieran, solo una elite escogida sin saber por quién se mantenía en la cima, mientras tanto el resto del mundo se hundía en una inmundicia causada por el miedo y la delación del otro para poder sobrevivir.
Hacia el mes de septiembre todo el planeta se dio un respiro y permitió algo de “libertad” a la que los hombres, mujeres, niños y abuelos se fueron adaptando poco a poco, no sin el miedo de ser victimas del demoniaco COVID, pero a medida que se acercaba el fin de año los poderosos vieron la posibilidad que la antigua sociedad volviera y la nueva realidad desapareciera, ¡Eso no lo podían permitir! Y lo que antes eran reportes de personas activas con la enfermedad lo cual era un numero ínfimo, se volvió a los millones de contagiados, al disparo en los centros médicos y claro a lo más aterrador la muerte.
Entrados en Octubre y camino a la navidades, año nuevo y los festejos de principio de año, fue Europa la primera en repuntar la posibilidad del encierro, el distanciamiento social y aislamiento de abuelos y niños, en seguida como una bola de nieve se vinieron los países de Asia, África y claro América, situación que llevo a los países mas sensacionalistas a aplicar acciones mucho mas duras, ya no hubo día de brujas y las festividades de navidad y año nuevo se cancelaron, en Colombia por ejemplo se elimino del calendario el carnaval de Barranquilla, las fiestas de Cartagena, el Carnaval de Blancos y Negros y claro la Feria de Cali, era forzoso acabar con la alegría, así se podrían someter más fácilmente a miles de ciudadanos que a falta de alegría, calor de hogar e intercambio social se volvieron como el Grinch, odiando la Navidad, alejándose de la alegría y sobre todo evitando al otro.
Hoy es 24 de diciembre de 2030, son las 7 de la noche me alisto a dormir, escucho algo de la música de esa época para recordar viejos tiempos, la escucho con audífonos, es prohibido escucharla, porque puede generar alegría, lloro entre las cobijas escuchando el Tamborilero, ya pase por el Burrito Sabanero y me alisto a escuchar el Brindis del Bohemio e ir conciliando el sueño escuchando a Buitraguito y los 50 de Joselito, recuerdo mis regalos debajo de la almohada el 24 de diciembre cada año, pero la lúgubre noche en la que estoy, solo veo oscuridad y tristeza, muchas caras largas y sobre todo los ojos llenos de terror por se tocado por alguien que los pueda infectar, de que no se, porque el COVID vino y se quedó, pero el miedo y la desesperanza siguen, ya no hay familias y solo a mi alrededor hay viejos, viejos como yo, porque desde hace mucho los niños ya no volvieron a nacer, y sus risas desaparecieron, no hubo más noviazgos y mucho menos hogares, la población se diezmo, a lo lejos diviso una casa con muchas luces, si esa casa tiene navidad, es la casa de un poderoso, el puede reír, bailar y abrazar a los suyos….los demas somos parias, hijos bastardos de la navidad que no existió.
FIN