Por: MIGUEL EDUARDO GONZALEZ SANCHEZ
Twitter: MigueGonzalez28
Hace unos días, leía una noticia que de manera particular llamó mi atención. El Gobierno Nacional a través de su Ministro del Interior, presento un proyecto con el cual se busca que los Jóvenes de 16 años en adelante puedan ejercer su derecho al voto. Fue una noticia que generó en mí, sensaciones positivas y negativas. Sin embargo, sin prestar mucha importancia a mis sensaciones, me dispuse a leer las noticias del departamento de Córdoba, en medio de titulares que elogiaban la labor de varios mandatarios, casualmente encontré una que titulaba: “Corregimiento de las flores, o la tierra del olvido…”. Llamó mucho mi atención el tema central de la noticia, tema que a decir verdad, tiene un tinte de crítica constructiva a las autoridades regionales. No es posible que los estudiantes, el futuro de Colombia, tengan que hacer sus necesidades fisiológicas detrás de los árboles, por la falta de baños y tomar el agua de una represa, por el mal estado de la institución educativa.
Luego de leer la noticia, tal vez por inercia o por el dolor e indignación que me causa ver esta situación, llegó a mi mente una pequeña relación entre los dos hechos que se habían presentado en lugares tan distantes, el primero en la Secretaria General del Congreso de la República y la otra en las lejanas flores de Lorica. Pensé:
Definitivamente la educación es un elemento estructural para el desarrollo de una región y de un país, eso quiere decir, que si no educamos a nuestras futuras generaciones evidentemente no vamos por buen camino, sin embargo Colombia, un país rico en Juventud emprendedora e inteligente, lejos está de adoptar esta medida como base para su crecimiento, basta ver las flores o muchos municipios del país donde la infraestructura en educación es más que precaria, hecho que limita la gran labor de los maestros que llevan su conocimiento dispuestos a transmitirlo. Es más, para traer datos precisos: La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) a través de un estudio determinó que las altas tasas de deserción llevan a Colombia a tener una de las tasas más altas de personas sin estudiar (36%) entre los 15 y 19 años, lo que representa más del doble que la tasa promedio de los países de la Ocde.
Con esa cifra de edad, de 15 a 19 años, pensé nuevamente en la propuesta del ministro del interior, pero esta vez me pregunté: ¿No sería mucho mejor anudar esfuerzos para que ese 36% de desertores, se preparen académica, intelectual y personalmente, para así votar con criterio en las elecciones de un país que merece un cambio, y que además depende inexorablemente de una juventud preparada (en todos los sentidos) para liderar la reconciliación que se avecina en los próximos 50 años?
La respuesta puede ser negativa o positiva, eso depende de los intereses, lo que si es cierto es que, un país educado tarde o temprano será una potencia ante el mundo, o bien, como lo dijo el Rodolfo Llinas: “La Riqueza de Un país es su gente. Una gente no educada: no vale, no tiene futuro, no va a sobrevivir, es carne de cañón”…