Por Oswaldo Marchena Mendoza.
En Twitter: @marchenojob
En el Retiro de los Indios, corregimiento de Cereté, muchas cosas cambiaron después de aquella fatal noche del pasado 3 de junio, cuando Claudia Guerra Sánchez, junto a sus dos hijas, Esther y Valeria Kardús Guerra, perdieron la vida al ser arrolladas por un vehículo conducido con exceso de velocidad. Salían de una iglesia, y ese día, las oraciones de Claudia tenían una intención especial: pedir por la salud de ‘Kikín’, un joven vecino que estaba en cuidados intensivos.
Sergio Rhenals Soto, habitante del sector, está sindicado de conducir esa noche el carro que causó la tragedia, sin embargo no ha sido posible que se lleve a cabo la primera audiencia en la Fiscalía de Cereté, donde los familiares presentaron la denuncia. Enith María Pedroza Guerra, vocera de la familia, sostiene que el Fiscal del caso les advirtió que el accidente configuraba un homicidio culposo y que por ello Rhenals Soto no iría a la cárcel.
Nadie entiende en El Retiro de los Indios por qué una señora tan buena, humilde, y entregada a los asuntos de una iglesia, tenía que perder la vida junto a sus hijas de esa forma tan brutal. Muchas personas del pueblo mantienen el luto en su interior y se refieren al caso con tanta nostalgia, que la tristeza les apaga las palabras. “Ahora se le tiene miedo a la carretera, a la velocidad de los irresponsables”, señala un morador del corregimiento.
El pasado viernes los amigos y familiares de Claudia marcharon clamando justicia, porque consideran que la Fiscalía no ha iniciado una investigación por la muerte de ella y de sus dos pequeñas hijas. Afligidos se reunieron en la puerta del cementerio desde donde marcharon luciendo camisetas con sus fotos, hasta el lugar del accidente. Portaron pancartas con mensajes dirigidos al Fiscal Néstor Humberto Martínez, donde le pedían que se hiciera justicia.
En la marcha donde asistieron más de mil personas, se observó a ‘Kikín’, el joven sordomudo que para la época del accidente se debatía entre la vida y la muerte en la UCI de una clínica de Montería, producto de una infección en los pulmones y por problemas de Tiroide. “Claudia había sentenciado: ‘Él no va a morir en esa clínica. Las oraciones de todos lo sacarán con vida de ese lugar’. Eso me dijo ese día cuando hablamos desde los patios de nuestras casas, divididos por una cerca”, sostuvo Enith María Pedroza.
Sus familiares recuerdan a Claudia como una mujer bien alegre, y a pesar de su pobreza, sostienen que siempre mantenía una sonrisa en su rostro. “Le hacían falta muchas cosas, pero era una mujer servicial, echada para adelante y trabadora”, relata Enith María Pedroza.
De Sergio poco se sabe, solo que partió en el momento del accidente dejando con vida a Valeria y a Esther, porque según narran testigos, ellas no fallecieron en el acto como Claudia, y en lugar de prestarles ayuda, huyó del lugar. Las menores fueron trasladas al hospital San Diego de Cereté, donde una falleció, y la otra murió al amanecer en una clínica de Montería.
El mensaje de Enith para Sergio: “Yo le diría a Sergio que nosotros somos conscientes que en un carro un conductor nunca quiere matar a alguien, pero él tiene que aceptar lo que hizo. Si él fuera un hombre en todo el sentido de la palabra, esa misma noche hubiese acudido al CAI más cercano, y decir ‘aquí estoy, acabo de cometer este delito’. Le pido que ponga la cara, de todo corazón nosotros no queremos que a otra familia le toque soportar esto que nos tocó, pero la vida cobra, y yo le digo a él que asuma las consecuencias de sus actos”.
Es tal la impunidad en este caso, que en la comunidad aseguran que el vehículo causante de la tragedia ya lo sacaron de los patios y circula libremente por las calles de Cereté.
Francisco Javier Cavadía, o ‘Kikín’, como todos lo llaman, continúa recuperándose, y es seguro que Claudia, con sus dos angelitos desde el cielo, sigue orando por él y por los integrantes de toda su familia, los mismos que todas las mañanas se despiertan con el pecho apretado por el dolor de no tenerla.