Quedé con la impresión de haber conocido a una mujer valiente, inmersa en una lucha desigual contra una terrible enfermedad, en medio de la indiferencia estatal.
Por Oswaldo Marchena Mendoza.
En Twitter: @marchenojob
Toda regla tiene su excepción, y cuando está en peligro la vida de las personas es pertinente flexibilizar las leyes, los procesos, sobre todo a la hora de hacer más llevadera la vida de personas que a diario asisten a sus jornadas laborales, aun soportando enfermedades. Sin embargo, en la historia que tengo que contar, parece imposible humanizar las normas.
En la Secretaría de Educación de Lorica saben que Yira Gisela Coronado Casarrubia, docente del Instituto Técnico Agrícola (ITAL), fue diagnosticada con Insuficiencia Renal Crónica, y también están informados que por ello debe asistir tres días a la semana a sesiones de diálisis en una IPS de Montería.
Su horario en la Institución Educativa es de 6:40 a.m. a 12:40 del medio día, por lo cual hay tres días a la semana donde después de su salida, inicia una carrera contra reloj para abordar el transporte intermunicipal que la lleve de Lorica a Montería, a prepararse y asistir muy puntual al proceso de diálisis.
Tiene que estar en la Unidad de Diálisis cuarenta minutos antes, es decir, a las 3:30 de la tarde, hasta las 9:30 de la noche, porque debe permanecer conectada a dicha Unidad otra media hora después de finalizado el proceso. “Todo sería más manejable para mí si trabajara en Montería”, advierte con la mirada extendida en el horizonte, como esperando una respuesta.
A la mañana siguiente, después de una sesión de diálisis que dura cuatro horas, ella aún se siente convaleciente, mareada y con dolor de cabeza, pero debe sobreponerse a todo eso para estar en pie desde las 4 de la mañana, y cumplir con su horario de trabajo a las 6:40 a.m. en el ITAL.
Esa es su lucha diaria, la tarea que le encomendó el destino. Ella se preparó para dictar clases de inglés y no tuvo en sus planes luchar contra dicha enfermedad, pero su batalla sería más llevadera si no tuviera que viajar todos los días y correr contra reloj tres días a la semana.
La Insuficiencia Renal Crónica es una enfermedad irreversible, difícil de tratar, situación que la llevará a ingresar a una lista de espera para un trasplante. Ante lo apremiante de la situación, ¿no es posible buscar una salida dentro de las normas para ubicar a Yira en una Institución Educativa de Montería?, por lo menos le evitaríamos la desgastante actividad física, emocional y espiritual que cada tres días realiza para llegar puntual a su tratamiento.
Peros y obstáculos para un traslado.
Yira Gisela Coronado aún está en período de prueba, laboralmente ingresó al ITAL el pasado 22 de junio, lo cual significa que está a pocos días de cumplir los 4 meses, tiempo que dura el mismo, entonces dependerá de la evaluación del período académico que le debe realizar el rector de la Institución Educativa, Manuel Alejandro Arteaga Reyes.
Ella necesita pronto esa evaluación para aspirar a su nombramiento en propiedad, pero es allí donde aparecen los primeros obstáculos. Por norma en las Instituciones Educativas, esas evaluaciones solo se realizan al final del período académico, en este caso en el mes de diciembre.
Ermen Martínez Páez, presidente de Ademacor Montería, me habló del caso de la docente y sobre algunas gestiones para realizar un convenio con Lorica para trasladar a Yira a Montería, pero me informó que las acciones han sido en vano debido a que Yira aún no está nombrada en propiedad y observa poco interés en la Secretaría de Educación de Lorica.
Vivimos en un país que acomoda las leyes para aterrizar procesos de paz, y ello es entendible, pero es justo y necesario que en el caso de Yira, las secretarías de Educación de Montería y Lorica encuentren un escenario que le permita a la docente trabajar en Montería, y así humanizar su tratamiento.
Yira Gisela me contó que dentro del grupo de personas que asisten a las sesiones de diálisis, ella es la única que trabaja cumpliendo un horario definido. Dios, tus oraciones, las de tu familia y amigos, te van a ayudar, le dije al final de la conversación.Quedé con la impresión de haber conocido a una mujer valiente, inmersa en una lucha desigual contra una terrible enfermedad, en medio de la indiferencia estatal.