Tomado de: https://gustavopetroblog.wordpress.com
Apenas unos días después del plebiscito se ha descubierto por confesión misma del gerente de la campaña del No, el ex senador Juan Carlos Vélez Uribe, que poderosos empresarios financiaron la campaña, entre ellos el propietario del Canal RCN y de gaseosas Postobón: Carlos Ardila Lulle; y que dicha financiación sirvió para construir una estrategia que buscaba engañar a los sufragantes con temas que no tenían que ver con los acuerdos de la Habana y que buscaban indignar a los electores y hacerlos votar a favor del NO.
Todos vimos la campaña, todos vimos cómo por redes y en iglesias de políticos que se han disfrazado de pastores, se le decía a los electores que los pensionados iban a perder su pensión, que los taxistas iban a tener que dejar sus taxis que pasarían a manos de guerrilleros, que las familias se iban a desintegrar y que sus hijos se volverían homosexuales porque las Farc ejercerían una llamada dictadura de género, que los pobres iban a perder sus subsidios porque estos pasarían a financiar jugosos salarios de los guerrilleros; que Colombia pasaría a tener un régimen como el de Venezuela; que Santos es un comunista camuflado amigo de Castro, que Dios esta con el No, etc.…etc.…
Hasta manipularon el video de una vieja entrevista mía, lo editaron y lo hicieron aparecer como si yo invitase a votar por el NO. Video profusamente repartido a un alto costo económico.
Cometieron un crimen. El engaño al sufragante es un delito tipificado en el código penal y tiene pena de prisión.
Aunque no nos guste escucharlo. Los directivos de la campaña del No que difundieron esta estrategia engañosa son unos delincuentes, agravada su actitud con el hecho que el fraude electoral no servía para obtener unas curules sino para mantener al pueblo sumido en la guerra. Su engaño buscaba que se mataran más colombianos.
Estamos tan acostumbrados al engaño al elector, a la compra de votos, que consideramos esto como cosas normales de la democracia. La realidad es que nuestra democracia ha sido de mentiras y que la mayoría de quienes han hecho las leyes de Colombia lo han hecho en virtud de haber sido elegidos a través del fraude, del delito: la compra de los votos.
Tenemos un sistema político delincuencial que ha sido usado por los narcotraficantes para hacer la ley.
Pero la confesión de Juan Carlos Vélez es más grave. Habla del uso del delito electoral ya no solo para hacer las leyes y obtener curules, sino para mantener la guerra en Colombia, para involucrar a millones de jóvenes en el conflicto armado fratricida del país, para condenarlos a la muerte y la violencia. Jóvenes en su inmensa mayoría pobres y sin oportunidades en la educación pública de Colombia.
Una estrategia electoral delictiva que necesita de bajos niveles de información y conocimiento de la gente. No nos extrañe porque Pastrana y Uribe recortaron los recursos a la educación que había establecido la Constitución del 91. La única manera de mantener al pueblo en la guerra que lo destruye es a partir de la ignorancia.
Pero es importante hoy saber qué buscan en realidad los dirigentes del NO con la continuidad de la guerra en Colombia, así pregonen, otra falsedad: que están con la Paz.
Varios de los empresarios que financiaron el NO están acusados de financiar a los grupos paramilitares, es decir de apoyar el genocidio que desataron en Colombia. No quieren que un Tribunal especializado los escuche en indagatoria.
El presidente Uribe dijo que no quería que los militares sindicados de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad acudan, como los guerrilleros, al tribunal especial de justicia, a confesar y a cambio recibir los beneficios jurídicos que les permitirían el perdón de la sociedad y rehacer la vida de sus familias.
A Uribe le aterra que los militares sindicados confiesen y los sacrifica, los lleva de lleno a la justicia internacional, con tal que su nombre no aparezca en las indagatorias como auspiciador de crímenes cuando fue gobernador de Antioquia o cuando fue Presidente.
El temor de Uribe arrastra al país a la sangre.
La campaña del NO oculta, que no quieren que la tierra amasada ilícitamente y con sangre por el narcotráfico para lavar sus dólares del comercio de la cocaína, más de diez millones de hectáreas, sea devuelta de nuevo a sus antiguos poseedores legítimos o a los campesinos y empresarios que quieren producir alimentos.
El engaño generalizado en la sociedad colombiana y triunfante en regiones antioqueñas, santandereanas y cafeteras, es para ocultar uno de los peores hechos de la historia colombiana, la acumulación de poder económico y político sobre la base de la muerte, el genocidio y el desplazamiento forzado en la sociedad.
Y están a punto, gracias a la debilidad del presidente Santos y la derrota fraudulenta de su plebiscito, de condenarnos a todos a la guerra.
Por eso, como nunca antes, la sociedad colombiana debe actuar. Los jóvenes, los llamados a la violencia han dado el ejemplo. Se rebelan contra la guerra y salen a marchar por centenares de miles.
Como lo hicimos en Bogotá Humana, la movilización debe ser permanente: Una y otra vez. Pero esta vez debe alcanzar todos los rincones de Colombia.
Al movimiento estudiantil ya desatado y que se organiza a partir de asambleas públicas en los parques, donde se coordinan las siguientes acciones y se evalúa la situación del país, debe articularse de manera organizada, una fuerte movilización indígena y campesina por la Paz.
Así romperemos el engaño tejido por los señores de la guerra en el barrio popular, en el municipio, en la ciudad.
Se nos convoca al cabildo abierto, a un movimiento asambleario, que debe tener todo el sentido constituyente del pueblo soberano.
Hay que destituir el engaño, el oprobio, los señores de la guerra, lo que nos lleva a la muerte fratricida. Hay que constituir lo que permite la convivencia. Hasta los acuerdos de la Habana que deben ser respetados se quedarán pequeños si como sociedad somos capaces de no tolerar el engaño y de salir en multitudes a constituir la Paz.
Nos tocó un momento histórico determinante para Colombia y vale la pena vivirlo y actuar con inteligencia y con contundencia. No son los tiempos de quedarnos en la casa, son los tiempos de la acción democrática y masiva. El tiempo de las Multitudes Constituyentes.