*Marta Saenz Correa.

De las muchas reflexiones que nos dejó el Papa Francisco en su visita a nuestro país, particularmente me encantó un segmento del discurso dirigido a los jóvenes: «No se dejen robar la esperanza y la alegría de vivir, nunca pierdan la sonrisa». El Papa Francisco nos recuerda que no se puede ser cristianos sin alegría, y que incluso en los momentos de mayor sufrimiento sabemos que podemos confiar en Dios y vivir con esperanza Por lo cual, en esta oportunidad dedicaremos estas líneas a como cultivar y recuperar la alegría de vivir.

La alegría es un estado de ánimo producido por un acontecimiento favorable que suele manifestarse desde el interior, del alma, y se refleja a través de palabras, gestos o actos con los que se expresa el júbilo. Es un sentimiento positivo causado por una emoción placentera o por la proximidad con alguna persona o cosa que exterioriza este tipo de emoción.  La alegría de vivir es la capacidad de amar la vida al máximo y de reflejar esta emoción en nuestras acciones, es liberarnos del peso de los deseos, redescubrir los placeres simples de la vida y darnos cuenta de las pequeñas cosas que de verdad importan.

La esencia natural del ser humano es buscar la felicidad y estar rodeado de quienes te hacen feliz; puedes tener muchos defectos, estar ansioso y vivir irritado algunas veces, pero no te olvides solo tú puedes evitar que tu vida vaya en decadencia. Ser feliz no es tener un cielo sin tempestades, camino sin accidentes, trabajo sin cansancio, relaciones sin decepciones; es encontrar fuerza en el perdón, esperanzas en las batallas, seguridad en el palco del miedo, y amor en los desencuentros. Sin embargo, nos engañamos al pensar que la alegría es algo que tengo que adquirir, ganar, obtener, conquistar, y que solo podemos darnos permiso de sentirla cuando lo tenemos todo: salud, familia y casa perfecta, y no tenemos problemas.

Nuestras actividades diarias nos sumergen en un mundo de quejas y lamentos que solo nos permite ver el lado desagradable de las cosas. Lo anterior nos conduce a enterrar la alegría de vivir bajo una montaña de deberes, preocupaciones y desgracias ocasionales. ¿Cómo elevar la alegría de vivir? Defiende tu derecho a ser feliz, estableciendo cada día un compromiso de amor hacia ti. A partir de este compromiso, cuida de ti mismo, relájate, porque un estilo de vida frenético, agitado, y con exceso de trabajo deja poco espacio para la alegría. Acepta que no eres perfecto y disfruta de las posibilidades que eso implica. Todos tenemos problemas, aunque no sean visibles, algunos solo son más listos para ocultarlos de los demás.

PARA DESTACAR:

“El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías”.  Fiodor Dostoyevski.