Por Jorge Enrique Diaz Varela

Otra vez cumpliré años, llego a otro onomástico, esta vez cumpliendo en doble partida, cumplo mis años por nacimiento, pero también cumplo dos años desde el diagnóstico del cáncer, y saben una cosa si tengo cáncer y no estoy triste

Sí, así es, no estoy triste, y, si llego a estarlo, mi abatimiento dura poco, se evapora rápido y regresa la alegría, como si fuera un huésped raro para ella, la tristeza no está cómoda conmigo, ni yo con ella. En ocasiones es necesaria, y llorar claro que si, no voy a decir que no hay momentos duros y de miedo, pero no me duran poco.

Y no porque haga un esfuerzo especial, o porque me las de, de ser muy valiente, sino que, de forma natural, me sale estar alegre, estar feliz. Y porque, porque estoy en la tierra para ser feliz, para vivir sin miedo, y tengo la extraña costumbre de ver el vaso medio lleno.

Además, no es porque sea un hippie, o un religioso o un optimista excesivo, sino porque de verdad me gusta la vida, y porque realmente estoy convencido que todo en esta vida tiene algo positivo y un sentido, un aprendizaje, evadir un mal mayor, quizás algo que no ocurra hasta después de años, o tal vez no lo llegaremos a entender nunca, pero todo en esta vida tiene algo hermoso, a pesar del dolor, la enfermedad, la guerra, el hambre, la maldad.

Cuando la gente me pregunta, ¿Cómo esta? Con una leve inclinación de cabeza, con cara acongojada, dando por hecho que estoy mal, ¡que, debo estarlo! Si estar adolorido y pun entonces romper en llanto, porque claro, eso es lo normal, aún peor cuando se enteran de la enfermedad y casi a grito entero dicen: ¡¡¡¡tienes cáncer!!! ¡¡¡ te vas a morir!!!! O me dicen ánimo y fuerza, que Dios sabrá por qué lo hace, como si fuera un castigo, pues les cuento no es un castigo es un premio y para mí ha sido uno de doble partida.

Puedo ver la buena fe que hay detrás de quienes se afanan, porque claro cáncer es sinónimo de muerte, es nuestra cultura y por eso no lo tomo a mal, pero por momentos me molesta un poco, me molesta porque me niego a aceptar el papel de víctima, yo no soy una víctima, tengo mucho ánimo y soy fuerte, ¡mucha gente vive circunstancias mucho peores que la mía, por eso a pesar de mi cáncer soy feliz!

Lo mío es un problema de salud difícil de llevar, claro que sí, pero no me estoy muriendo, al menos no me estoy muriendo más que cualquiera en este momento, estoy tan vivo y tan muriendo como cualquiera en este planeta.

Todos tenemos claro que nadie sabe cuándo va a ser su último día, desde el día que nacemos estamos muriendo, hacia la muerte vamos, hacemos la fila inexorable para recibir la graduación de la vida, ¡la muerte!

Que yo tenga un diagnóstico de una enfermedad grave no significa que mañana otra persona que no la tiene pueda morir en un accidente, por ejemplo, muchos cuando yo era niño pensaban que moriría pronto (allá cuando niño recibí mi primer regalo, un cáncer infantil) y le decían a mi mamá que no se desgastara en mí, ¡al fin y al cabo ese pelao se le va a morir! Esa vieja verraca que es mi madre no me abandono y me enseño que cada día es para vivirlo como si fuera el último de la vida.

Y hay que vivirla con toda, porque lo único que cuenta es el ahora, y ahora estoy vivo, y quiero vivir cada día con alegría y disfrutando como si fuera el ultimo, sin pensar demasiado ni en el pasado ni en el futuro, ¡¡¡porque no existen!!  son una ilusión.

Estoy calvo, tengo un pulmón jodido y mis huesos son un desastre, el tratamiento de quimioterapia es muy duro, pero procuro que cada día tenga al menos un momento feliz, no me gusta hacer sentir tristes a otros y menos a mi madre, una mujer que es lo máximo para mí en este planeta.

Ya no persigo la utopía de la felicidad perpetua, pero sí esa felicidad a ratos, son lo suficientemente numerosos esos momentos, todos los días, que hacen que mi vida tenga sentido.

Una guerra de cosquillas, un paseo, dar mi testimonio, dictar una clase, trabajar, aprenderme una nueva canción de Jeisson Jiménez, la visita de un amigo, un mimito de mamá, reírme, consentir a mis animales de compañía, en fin, vivir el día a día.

Puedo curarme y creo que así será, tengo fe en que voy a curarme, elijo pensar que sí, y callar a esa vocecita dentro de mí que es el miedo, porque el poder de la mente es infinito. Y si me equivoco y esto puede conmigo, habré sido feliz durante el proceso, en lugar de desperdiciar mi último tiempo de vida estando triste y buscando lastima.

No estoy triste porque veo atrás de éstos 24 meses que llevo de enfermedad, y me pregunto qué he perdido, pues solo he perdido algunas condiciones físicas, como que ya no puedo correr ni hacer ciertos esfuerzos. Y el pelo, pero eso volverá.

Pero ¿que he ganado? Muchísimas cosas. Y tan valiosas.

Gané consciencia, ahora soy más consciente de cosas como mis fortalezas y debilidades, que sabía que ahí estaban, pero no estaba consciente que fueran enormes. Soy más sensato que la vida hay que dejarse fluir y no pensar ni planear demasiado, planear que si caminas por el mundo sin odio, sin rencor, sin miedo, y con amor propio y hacia los demás, todo lo demás viene por añadidura, somos felices porque decidimos vivir. Porque lo más grande ya lo llevamos dentro.

Recordemos que las apariencias, y las hipocresías, a la hora de la verdad, cuando nos llegue la muerte, de nada servirán, el orgullo, las joyas, el dinero, los títulos universitarios, solo importara lo reído, el amor verdadero, haber cantado, aunque desafinado, todo lo que baile, mis paseos y sobre todo haber escogido vivir y no sobrevivir, haber gozado el amor de mis padres y mis hermanas.

Gané gente nueva y linda que apareció en mi vida por conocernos en la silla contigua de la quimioterapia, o en otras circunstancias, conocí médicos que se admiran por mi gusto por la vida, las enfermeras que con su vocación me ayudan a sobrellevar el agotamiento del tratamiento.

Me he reconciliarme con gente del pasado, con familiares de los que estuve en ocasiones a punto de renegar, pero que ahora veo que me quieren muchísimo y se desviven por mí, y que las diferencias que teníamos no son importantes a la hora de la verdad.

A veces creo que quiero vivir y vivir bien porque es como si todo lo viera en tercera persona, la enfermedad me ha hecho más consciente de que mi cuerpo físico no soy yo, y por eso, aunque quiero curarme, para poder seguir usándolo en esta experiencia que es la vida en la tierra, sé que el día que me vaya de él no será el final, sino el principio de algo, posiblemente mejor. Es decir, he ganado mucha fe.

Gané muchísima valentía, porque después de una experiencia como ésta, ya nada me da miedo. Gané mi nuevo nombre, Ejemplo de Vida

Tantísimas experiencias profundas que no hubiera vivido de no ser por esta circunstancia particular, momentos inolvidables.

Y gané mucho amor, un amor propio brutal y verdadero, sin caer en egocentrismos, tan puro como el que siento por mi madre, entrañable, calentito, reconfortante. ¡¡¡Y amor de los demás!!!

Cada día hay una muestra nueva de cariño, de un vecino, un familiar, mis amigos, en las redes, de gente con la que quizás no tengo demasiada confianza, pero que me trasmite su cariño y apoyo, bien en persona o bien virtualmente, no importa, todo son muestras de amor que me alimentan y me ayudan a sanar, que me hacen sonreír.

Sea el momento de recordar a muchos que me han ayudado con su saludo reconfortante o con su buenos días o feliz cumpleaños, recordar a gente como Fernando, Dorian, Yesid, Martha, El gringo, Pardo, Tino, Anderson, David, Norma, Mery, Oscar, Diego Juan, Camilo, Leonardo, Elgar, María Antonia, María Elena, Edwin, Sebastián, el burro, Oswaldo, José Neri, Luz Elena, Olga Lucia, María Mercedes, Ignacio, Nelson, Nancy, Dorita, Mauricio, Luz Marina, Helena y claro mi madre, esa mujer de hierro que me ha dado todo de si para que yo viva, a todos gracias, infinitas gracias

Quiero decirle algo y que no quiero ni pretendo enseñar, o dar lecciones sobre nada, o dármelas de nada, solo doy mi testimonio de haber escogido vivir.

¿Tener cáncer es una patada al hígado, preferiría no tenerlo? Pues sí, claro, quien quiere enfermarse, pero hay cosas que están en nuestro camino, en el mío dos veces se me apareció, pero nada eso solo me impulsa no me acobarda y si algo he tenido claro desde los diagnósticos es que esto forma parte de mi destino. Y cuando te viene algo así, no hay que enfadarse con la vida y decir, ¡¡¡si es lo que toca, allá vamos!!! ¡¡¡estoy listo!!  ¿¿que hay que aprender??”

A mí me gustaría que esta reflexión sirva para que se den cuenta que los problemas de la vida son tan grandes o pequeños como los vemos, si no les damos poder y decidimos centrar nuestra atención en lo positivo, tendremos cosas positivas en lugar de lo negativo, no en lo que nos falta, si no lo que tenemos para dar, tomamos la vida sin empoderar lo malo y entonces ¡¡¡chas!!  el problema se esfuma, o se hace muy pequeño.

También me gustaría que sirva como mi testamento para todos, mi herencia es que vivan felices, que no se dejen amilanar por las circunstancias de la vida y decídanse a vivirla cada día como si fuera el último de la vida, recuerden que a pesar de mis dolencias siempre he tenido un buen día, siempre le he ¡dado cachetaditas a la vida!, y otra cosa les dejo viajen no importa a donde solo cojan la maleta súbanse al bus, avión o vehículo, cuéntese un chiste así se malo, , tómese un café, o simplemente debe dar un abrazo rompe huesos, de los de verdad, de los largos, ah y sobre todo di siempre un te amo a esos seres que están contigo todos los días, ellos te aman.

Y recuerda vivir que la vida son dos días,

¡gracias!