Por: Domingo Cogollo Narváez

Esta es la historia del triángulo amoroso ocurrido en tierras del Sinú entre Adán, José y Eva. Tres personajes de estas pacíficas tierras donde por poco sucede una tragedia entre los años 60 y 70. Y a propósito del mes del Amor y la Amistad. (Segunda y última parte).              

Adán y José eran amigos y pero vean lo que sucedió

Los dos jóvenes, *Adán y *José, se conocían desde pequeños, pues se habían visto en algunas fiestas y reuniones de la región. Apenas llegaron a la universidad, se hicieron más amigos. En Cartagena eran compañeros de andanzas, de parrandas y todo se lo contaban. El uno era confidente del otro. Tenían una amistad armoniosa.

Un fin de semana, mientras departían al calor de unos tragos, en el quiosco Fénix del barrio Canapote, José le comentó a Adán que él, tenía una novia en *Sabananueva, pero desde que se fue a estudiar a Cartagena no había sabido de ella. Eso lo tenía muy triste porque era la niña de sus ojos, una mujer que le gustaba mucho. Tanto que le había robado el corazón.

A ellos les llamaba la atención llegar a ese lugar, porque además de tomarse sus tragos, al propietario del negocio -un señor de apellido Pestana, le gustaba escuchar las transmisiones de béisbol narradas por Napoleón Perea Castro y los comentarios de Melanio Porto Ariza. Ese deporte fue practicado por Adán y José, en su vida de niños en *Mata de Caña y *Palo de Agua.

Por esa época la comunicación entre una ciudad y la otra era difícil, solo se hacía por intermedio de cartas enviadas en las lanchas. Incluso, tener acceso a la telefonía fija era casi un lujo en cualquier parte de la comarca, ya que eran pocos los pueblos que contaban con este servicio. Tampoco el ingeniero electrónico Martín Cooper, había pensado en hacer la primera llamada por celular.

En vista de la preocupación de José, Adán le contestó que no se preocupara, y le dio una noticia alentadora: “Yo viajo para mi tierra dentro de ocho días, si quieres le puedes escribir conmigo”. José recibió un alivio en el alma cuando su amigo le expresó esas palabras. Tanto, que respiró profundo. Y tan grande fue la satisfacción, que sintió como si hubiese tenido la figura de Eva entre sus brazos.

Apenas se fue a dormir José -antes de pegar los ojos- buscó una hoja de papel rayado y se puso a redactar la misiva, a mano, la cual enviaría la otra semana a su novia. En ella, le expresaba lo mucho que la extrañaba, que la pensaba demasiado, que era la niña de sus ojos y significaba todo para él. ¡Mejor dicho el hombre, tenía una traga de padre y señor nuestro!

Introdujo la hoja de papel tamaño oficio, en un sobre o envelope como le llamaban antes. (Se trataba de esos blancos cuyos bordes llevaban cuadritos de color rojo y azul). Entregó la esquela a Adán, cuando éste emprendía viaje la semana siguiente hacía a las tierras del Sinú.

Después de la larga travesía en lancha por el mar Caribe y luego río arriba, por las aguas del Sinú. Adán llegó a su pueblo Mata de Caña. Tras haber sido recibido por la familia y descansado del recorrido, tomó un caballo y se dirigió a Sabananueva a llevarle la carta a *Eva.

Para Eva fue todo un acontecimiento haber recibido noticias de su novio, después de casi seis meses de no saber de él. La hermosa dama recibió la misiva con mucha alegría y agrado. Tanto, que Adán se dio cuenta del brillo que tenía en los ojos. El hombre quedó impactado con la hermosa mujer.

Adán se tomó una taza de café caliente brindada por Eva. Cuando terminó le dio vueltas al pocillo y miró fijamente el fondo, donde queda el asiento: “Se ve como una pareja de enamorados, y parece que se están casando”, pensó en silencio. Le entregó la taza a Eva, y ella, también la observó. Se sonrió, pero no dijo nada.

El hombre, cogió luego la bestia y regresó en forma parsimoniosa a su pueblo. En todo el camino -por la orilla del río- iba pensativo mirando la corriente y meditando en la belleza de Eva.

Adán se había quedado tan impresionado que a veces observaba la imagen de Eva en las aguas como si fuera una sirena. “Es una mujer muy hermosa”, decía para sus adentros: “Con una mujer así, yo me caso”, pensaba. Adán se había olvidado por completo de su ‘amigo’ José.

La mala jugada que nadie esperaba

El envío de comunicaciones, de José a Eva y viceversa por intermedio de Adán, se volvió una costumbre. Pues José, más dedicado a los estudios, les quedaba poco tiempo para visitar a los padres. Siempre lo hacía en las vacaciones de junio o a finales del año. Mientras que Adán lo hacía cada mes.

En todas esas entregas y recibidas de cartas, Adán fue conociendo y haciéndose más amigo de Eva, hasta el punto que llegaron a tener una relación muy estrecha. De tal forma, que se enamoraron y se convirtieron en novios, olvidándose de José. Aquí pudo más el amor que la amistad existente entre los supuestos ‘amigos’. Además, dicen que la ausencia, es causa del olvido.

En la población comentaban que, a José, se le olvidó aplicar ‘malicia indígena’ en este caso ya que nunca debió ponerse a enviar cartas a Eva con su ‘amigo’. Pero, él, levantado con buenos modales, nunca se le pasó por la cabeza que su ‘amigo’ y Eva, lo fueran a traicionar de la forma en que ocurrió.

La abuela Tomasa Martínez decía que en estas tierras del Sinú era una costumbre leer la Urbanidad de Carreño. “Ese libro ayudaba en la buena conducta y crianza de nuestros hijos”. La matrona era una octogenaria de carácter recio y ademanes fuertes.

Pero parece que nada de lo expresado en la Urbanidad de Carreño, fue aprendido por Adán y Eva -como sucede en nuestros días con las nuevas generaciones- o por lo menos se les olvidó muy rápido, ya que terminaron traicionando a José.

Después de poco tiempo Eva resultó embarazada y a los padres les dio tanta rabia, que un día la madre se enfureció y tomó un afilado cuchillo de cocina con el cual intentó degollar a su hija. Pues el hecho de haber salido en cinta, “¡iba contra el pudor de la familia!”, decía.

Eva estaba sentada en una mecedora. La madre, una mujer ‘de armas tomar’, se fue por la parte de atrás, le puso la mano en la barbilla y el cuchillo en la garganta. Pero en ese preciso momento hizo aparición el papá que había estado haciendo una diligencia en el pueblo.

Enseguida el hombre gritó y corrió hacía a el lugar donde estaban. ¿Cómo vas a hacer eso? ¿Tú qué te volviste loca? Y le arrebató el arma cortopunzante de las manos. Las mujeres, ambas, reventaron el llanto. Ese día en la casa de la familia había tristeza por donde quiera que se metían, ya que todo mundo estuvo lloriqueando por lo que sucedía.

No dejó de asomarse o llegar a la casa una que otra vecina, o la chismosa de la población, para enterarse de lo que estaba pasando. Pero menos mal que gracias Dios no se registró una tragedia en esa pacífica y pequeña población sinuana donde por la intolerancia, por poco hay una muerte.

Pero, así como se conoce en el relato bíblico de nuestros primeros padres Adán y Eva, que tuvieron tres hijos Caín, Abel y Set; la pareja sinuana, poco tiempo después, se casó y tuvo una hermosa niña. La cual creció y llegó a ser tan bella como la mamá. Con la diferencia de que salió morena. Era una mulata con los ojos azules.

José una vez terminó sus estudios de medicina y decepcionado se fue para el exterior a continuar preparándose. Se especializó y radicó en México. Allí, por cosas de la vida se volvió a enamorar y precisamente de otra sabananuevera. Esta de nombre María, que estudiaba en ese país. Se casó, tuvo sus hijos y se quedó viviendo en tierras aztecas.

José aprendió que en el amor como en la política no hay amigos. Y que no todos los que dicen serlo lo son ni se puede confiar en ellos. En el momento menos pensado lo pueden traicionar dándole una ‘puñalada trapera’.

Pero con José ocurrió, como si se lo hubiera tragado la tierra, puesto que, en los pueblos del Sinú, jamás se volvió a saber de su vida. “Es como si se hubiera muerto decían por estas tierras.

El día que la abuela, Tomasa Martínez se enteró de todo lo que había sucedido, exclamó con la voz de la experiencia: “yo sabía que eso no le iba a ‘funciona’ a esos muchachos. Porque ¿a quién diablos se le ocurre mandarle cartas a la novia con un amigo? Y remató con esta frase: ¿¡Eso, que pasó!? Tarde o temprano tenía que ‘sucede’. Así, son las cosas de la vida”.

(* Los nombres de las personas del trío y las poblaciones fueron cambiados, por algunas recomendaciones y para no herir suceptibilidades).