Tomado de: El Heraldo

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“La Heroica” se ha vuelto un verdadero campo de batalla: los índices de violencia e inseguridad son espeluznantes. Cartagena es de lejos una de las ciudades más peligrosas de Colombia. Pero, ¿cómo puede ser posible que un distrito turístico y portuario, que además es la sede alterna del gobierno, sea al tiempo un laboratorio que incuba toda suerte de tragedias? En “el Corralito de piedra” la pobreza y la falta de oportunidades pululan. Ese caldo de cultivo es una de las causas del problema.

El coctel venenoso de la exclusión es aderezado por la falta de preparación de la mayoría de alcaldes que han regentado la ciudad y por la presencia histórica de grupos armados ilegales. Cartagena requiere de un burgomaestre con las credenciales necesarias para manejar una ciudad tan compleja, desde el punto de vista social y administrativo. Una ciudad de calidades especiales, que además es nuestra vitrina hacia el mundo, para que funcione como debe ser, requiere la experticia de funcionarios competentes y estudiados. Lo demás es populismo.

Sobre la presencia de grupos armados ilegales, hay que señalar que Cartagena ha sido desde hace muchos años, la “joya de la corona”, para cuanto combo de bandidos aparece en escena. Los malhechores saben que el inmejorable posicionamiento geográfico de la ciudad la convierte en un corredor ideal para el tráfico de armas y drogas. Si a lo anterior le agregamos que, en Cartagena, actualmente hay cerca de 2.000 personas con detención domiciliaria, por la comisión de graves delitos en distintas regiones del país, es obvio que estamos frente a un panorama poco esperanzador.

Lo paradójico de todo esto es que sea precisamente Cartagena la ciudad escogida por el Gobierno para protocolizar, ante el mundo, el acuerdo suscrito con las Farc, en el que se procura (por lo menos en el papel, que todo lo aguanta) la consecución de una paz estable y duradera. ¡Qué risa me da! No han podido erradicar los asesinatos en Bocagrande, ni la guerra intestina entre bandas criminales y hablan sin empacho del fin del conflicto. No creo que La Heroica sea el mejor ejemplo de una Colombia en paz (estamos bien lejos de eso). Ya no sé qué es peor: si las mentiras demagógicas del Régimen o la inocencia -que raya en estupidez- de un pueblo que vive de engaños y embelecos.

Hay que despertar del letargo, poner los pies en la tierra, hacer acopio de la poca razón que pueda quedar, en medio de tanta novelería y falsas esperanzas. Si Cartagena está así de descojonada, ¿qué se deja para el resto del país, pero, sobre todo, para aquellos pueblos en los que el Estado nunca ha hecho presencia? El Acuerdo de Paz no es la salvación. Me pregunto entonces: ¿vale la pena sacrificar la institucionalidad republicana por un remedio que no cura el mal del todo?

En su momento, el almirante Blas de Lezo actuó como un verdadero líder: defendió a capa y espada a Cartagena y a su pueblo del sitio perpetrado por los ingleses y triunfó. Otra sería la historia si el héroe español hubiese capitulado ante el terror.

La ñapa I: Los exparas juran que el acuerdo con las Farc los beneficiará jurídicamente. ¡Cuánta candidez: serán a los primeros que excluyan de dichas gabelas!
La ñapa II: La Ventana de Córdoba cumple un año al aire, haciendo periodismo serio e independiente. ¡Felicidades!