Debo decir que los maestros de Colombia tienen todo el derecho de reclamar y exigir justicia laboral, pero también es cierto que el Estado tiene el deber constitucional de garantizar el derecho a la educación.
Reclamar el derecho a la educación de 8 millones de niños y niñas de Colombia no me ubica en la orilla de quienes están en contra de los derechos de los maestros.
Por: Oswaldo Marchena Mendoza.
En Twitter: @marchenojob
Me causa naúseas ver a pacientes atendidos en clínicas que parecen hoteles bajo el esquema de la llamada medicina prepagada, mientras otros libran luchas en los estrados judiciales para que le otorguen cita con un especialista. Esa es la diferencia entre quienes tienen buenos ingresos y los que apenas alcanzan a pagar una EPS (el macabro invento del sistema de salud). País lleno de inequidad.
Lo mismo sucede en el sector de la educación. Me llamó la atención por estos días ver en los barrios populares de Montería las calles repletas de niños y niñas, los mismos que son víctimas del paro de maestros, un conflicto histórico entre los sindicatos que agrupan a los profesores y el Gobierno Nacional.
Debo decir que los maestros de Colombia tienen todo el derecho de reclamar y exigir justicia laboral, pero también es cierto que el Estado tiene el deber constitucional de garantizar el derecho a la educación. En otros barrios no vi niños y niñas en las calles, ellos disfrutan de un sistema de educación privada, no pública, porque sus padres tienen la forma de pagar mensualmente ese modelo educativo. Son las diferencias que nos convierte en un país donde no existe equidad.
Reclamar el derecho a la educación de 8 millones de niños y niñas de Colombia no me ubica en la orilla de quienes están en contra de los derechos de los maestros. El paro presenta un escenario donde confluyen derechos de maestros y de alumnos, y es el Estado y nadie más el encargado de hacer respetar esos derechos.
El pliego de peticiones de los maestros pretende beneficios que otros trabajadores del Estado tienen, sin olvidar que ellos cuentan ya con prebendas que otros sectores de la población no poseen. Citaré un ejemplo: el caso de las madres comunitarias.
Debilidades fiscales y baja popularidad.
El sindicato de los maestros se ha sentado en la mesa de negociación con representantes de un gobierno de baja popularidad y con evidentes debilidades fiscales, donde una Ministra inexperta se encuentra acorralada por voceros que llevan toda una vida negociando pliegos. La alta batería del Gobierno se encuentra resolviendo asuntos en Buenaventura y en el Chocó, mientras otros expertos están tratando de desactivar el campo minado que hay en el Inpec.
Una cosa está clara, y es que el Gobierno Nacional no tiene la plata para satisfacer el pliego de los maestros, pero en el proceso de negociación las partes se podrían acercar y llegar a un acuerdo equilibrado que levante el paro.
Cada día que pase sin que los alumnos vuelvan a la escuela, seguirá afectando la raquítica popularidad del Gobierno y convirtiendo a Fecode en uno de los sindicatos más intransigentes del país.
Inequidad en el sistema educativo.
La Mesa Amplia Nacional Estudiantil, con buen respaldo popular y uno de los referentes organizativos más importantes en la historia del movimiento estudiantil colombiano, logró desnudar las falencias de la educación superior en Colombia, y avisó sobre los pasos agigantados del monstruo de la privatización de la educación en el país.
Hoy un padre de familia matricula a su hijo en un colegio público solo si no cuenta con los recursos para llevarlo a una institución privada, y esa situación nos ubica en un país desigual, donde hay estudiantes de primera, segunda y tercera. Grandes infraestructuras educativas levantadas con capital privado se hacen no con la sagrada misión de educar, sino con el propósito de estructurar negocios rentables.
El actual paro de maestros no afecta a esos estudiantes que asisten a los colegios privados, y solo hiere los procesos educativos de los hijos de los pobres, de los humildes, de quienes tuvieron que matricular a sus hijos en instituciones públicas, porque no les quedaba otra opción, y eso sin duda nos convierte en un país repleto de inequidad.