Por: Abelardo De La Espriella.

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La oposición al Gobierno (variopinta, por cierto, pues en ella convergen “especímenes” de todos los pelambres, intereses subalternos y vertientes) ha sido infame a más no poder con el presidente Duque. El comando de esa empresa desestabilizadora está en cabeza de la izquierda radical, que todavía no le perdona al primer mandatario de los colombianos que haya ganado las elecciones impulsado por el uribismo y sus huestes. Todo lo que “huele” a Álvaro Uribe de forma automática se convierte en objetivo “militar” de aquellos apátridas, que no olvidan que, por cuenta del gran colombiano, el terrorismo guerrillero y sus deseos de hacerse al poder, acolitado por sus cómplices en la “civilidad”, fueron reducidos a la mínima expresión, en los tiempos de la Seguridad Democrática. 

No comparto todas las decisiones del presidente (yo haría las cosas de otra manera muy distinta), pero entiendo claramente que su motivación es sacar el país adelante, sin mezquindades ni tropelías, con su estilo reposado y conciliador; por eso lo respeto y lo aprecio, porque, al igual que muchos de nosotros, quiere lo mejor para esta patria que nos vio nacer. Visiones distintas frente a los métodos, que no en lo sustancial, porque hay un solo objetivo a la vista de Duque: la salud de la República, como decían los antiguos romanos.

Quien lleva la banda presidencial es Iván Duque. Por tanto, se encuentra investido de la autoridad que le dan la Constitución y la Ley, para acometer las políticas e iniciativas que, según su leal saber y entender, se requieren en estos tiempos difíciles y convulsionados, en los que todavía se padecen los estragos del nefasto legado del tartufo Santos. Soy de los que creen que Duque no ha traicionado el mandato de los votantes que lo llevamos al solio de Bolívar, simple y llanamente recorre el camino a su “ritmo y cadencia”, con los ojos puestos en la meta. La diferencia entre Duque y la oposición canalla, que lo hostiga sin cuartel, es que el primero trabaja intensamente por organizar y transformar el país, mientras que la segunda siembra el odio y la división, buscando con ello cosechar el caos, que, según sus retorcidos cálculos, habrá de conducirla al triunfo electoral, sin importarle que, por cuenta de esa obsesión febril, destruirá a su paso la institucionalidad y la democracia.

Como sabe que el presidente es un hombre integro, honesto, decente y bien intencionado, que no tiene cola que le pisen ni “negociado” que enrostrarle, la oposición sádica y delirante que lo acosa ha cargado hasta contra su familia y sus pequeños e inocentes hijos. No le bastó inventarle un romance furtivo al hombre, sino que, además, armó un escándalo monumental porque sus vástagos se transportaron en avión oficial a la fiesta de cumpleaños de uno de ellos, acompañados por unos amiguitos. La gran prensa, bastante resentida porque Duque le cortó el chorro de la pauta publicitaria y con un claro sesgo ideológico mamertoide, fue la caja de resonancia para amplificar un cuento absurdo y sin sustento, pues los manuales de uso de esas aeronaves permiten los desplazamientos de la familia presidencial. ¿Que pretendían?, ¿que los mandaran en Viva Colombia?

La estrategia de la oposición es evidente: desestabilizar emocionalmente al presidente para que no pueda gobernar; busca atribularlo al punto de bloquearlo, para que la angustia sea la que guíe sus pasos. Los opositores radicales se equivocan de cabo a rabo: Duque es un hombre maduro y ponderado que no desviará el rumbo, por más ataques que reciba.

Cuando hay fuertes convicciones, no hay obstáculos insuperables. 

La ñapa I: El Fiscal General era un “Messi” que estaba en la banca. Tengo la certeza de que hará una fiscalía extraordinaria, ahora que puede jugar el partido como titular. 

La ñapa II: La respuesta del Estado al paro armado propuesto por los terroristas del ELN debe ser a punta de bombardeos y bajas a granel de los miembros de ese grupo de malhechores.

La ñapa III: Los que defienden el inaceptable aborto de una criatura de 7 meses son los mismos que se oponen a las corridas de toros: incoherencia y cinismo en su máxima expresión.

La ñapa IV: La “Bodeguita Uribista” ha pegado tan fuerte que el coro progre y mamerto ha salido al ataque articuladamente y en gavilla, síntoma de que los zurdos tienen miedo. ¡Adelante, amigos, ni un paso atrás!

La ñapa V: Empieza la próxima semana la mejor fiesta popular de Colombia: el Carnaval de Barranquilla, un espacio en el que no hay diferencias ni clases sociales. Se trata de un solo pueblo hermano, reunido en torno a una celebración única en el mundo.