Por: Jorge Enrique Díaz Varela

Para hablar de rol como ente político del docente en la sociedad colombiana debemos entender que el ejercicio del maestro debe trascender de las aulas y aun mas hoy en pleno siglo XXI, posicionando al educador como un actor social que asume su rol político y ético frente a la sociedad y en especial buscando superar la indiferencia generada por la corrupción en las altas esferas del estado Colombiano.

Es un momento histórico para el país, donde el profesor debe dejar su condición de espectador para pasar a formular y desarrollar proyectos, prácticas y experiencias alternativas para conseguir intervenir en la democracia de nuestro país, una democracia que enfrenta grandes retos, lograr una paz estable y duradera, la recuperación de la ética y el compromiso social frente a un rol de “nuevo docente”; un docente que vaya más allá de las aulas y logre empoderar al congreso de competencias deseadas con enfoques eficientes y corrientes progresistas, con una pedagogía crítica y una renovación en la política, pasando a formar parte de una reforma coyuntural del quehacer político del país.

Es hora que el congreso de paso a los educadores y de esta manera lograr dejar encontrarnos con “personajes caricaturescos” que dejan en entredicho la ética aprendida en las aulas de colegios y universidades, los últimos escándalos suscitados por desaprender lo aprendido en las aulas y acuñar lo que enseñan los pasillos del congreso dejan a varios de los actuales senadores en la Cárcel y en pasados años a algunos tristemente celebres por venderse ante “el amo” salvador del país.

Paulo Freire (1993) afirmaba que el Educador y en especial aquel que hace política es:

Aquel que trabaja a favor de las clases populares; discutiendo acerca de sus sueños, sus deseos, sus frustraciones, sus miedos, sus alegrías”. (p. 94-95).

“Eso significa que el educador político o político educador se acomode al nivel de mayor o menor ingenuidad de las clases populares, en determinado momento”. (p. 94-95).

Esto no es ni más ni menos que el reto que asume un candidato al Senado como Libardo Ballesteros ante la sociedad, siendo un ciudadano constructor de un estado activo en favor de los menos favorecidos, asumiendo la responsabilidad ya no de formar ciudadanos desde las aulas sino de impulsar desde el Senado de la Republica una ética perdida por la clase política en todos los rincones de Colombia.

Hoy los educadores tenemos una premisa histórica, la de recuperar el país y devolverlo a las sendas de la responsabilidad social, de la ética, el compromiso y la honradez para así desaprender las malas prácticas de la vieja política, anteponiendo la honestidad profesional, con un compromiso político serio que apunte al beneficio general sobre el particular, donde los egos partidistas no sean el pan de cada día sino que el legado para futuras generaciones sea el del compromiso por una sociedad más justa, con una educación en la que los mayores no sacrifiquen el futuro de nuestros hijos.

Por ello cuando un educador como Libardo Ballesteros, un educador Cordobés comprometido con las causas magisteriales y con ello con el futuro del país pone su nombre para que la ciudadanía lo elija se compromete desde el Senado de la Republica tener un papel fundamental en la transformación de las viejas prácticas políticas ya que tendrá el ágora por excelencia para discutir e impulsar nuevos proyectos, llevando su quehacer de las aulas al Salón Elíptico del capitolio haciendo que los maestros dejen de ser agentes pasivos en el panorama político colombiano, un panorama desastroso, es imperativo entender que la política es demasiado seria para dejársela a un puñado de políticos de vieja data que entienden el ejercicio de la política como el fin último para lograr sus objetivos engañosos para lograr o mantenerse en un cargo público de elección que no les exige nada más que ser mayores de 30 años.

Es hora que los maestros se tomen el Congreso y con Libardo Ballesteros lo lograremos y con ello espantaremos el fantasma de la politiquería, del mercantilismo, del engaño, de la falta de ética y pasaremos a el ejercicio congresional con vocación al servicio del progreso social reivindicando los derechos sociales y políticos con una conciencia constructiva, proactiva, progresista y visionaria que busque, un estado abierto al pos acuerdo sin odio, sin rencor, sin sesgos amañados de carácter personal, siendo un agente estratégico para el cambio y desarrollo de la sociedad, obteniendo como resultado una proyección en el pueblo colombiano una conciencia política que mantenga una paz estable y duradera en el país.