Los hijos de más de 200 familias de los comerciantes informales del Pasaje Comercial del Río, ubicado en la avenida primera con calles 32 y 33 de Montería, pasaran una de las peores navidades desde que vinieron al mundo. Por la falta de promoción del sitio, sus padres no venden ni para comprar los aguinaldos y mucho menos la ropa para estrenar como es costumbre en esta época del año.

Los pequeños comerciantes, algunos de los cuales fueron reubicados hace un año en ese sitio construido por la administración de Marcos Daniel Pineda García: “cuyos locales son unas cajas de fósforos donde no caben dos sapos peleando”, como dice jocosamente uno de los vendedores. Otros comerciantes fueron reubicados, por la actual administración, en febrero de este año.

La mayoría de los vendedores informales estuvieron ubicados, durante más de 30 años, en la carrera segunda alrededor del Palacio Nacional donde funciona la Dirección Administrativa de Impuestos Nacional (DIAN). Además de la pandemia, también los perjudicó el traslado.

Marelby Gutiérrez es una de las dirigentes de los pequeños comerciantes y dice que los locales construidos son demasiado pequeños, de un metro 40 centímetros, por 180, donde les cabe poca mercancía y tampoco tienen cabida ni capacidad para estar allí, pues el calor es insoportable.

“Yo desde el 24 de marzo que hice una venta, no he vuelto a vender nada más. Yo soy madre cabeza de familia, tenemos que comer todos los días, pagar los servicios públicos, sacar para el transporte, y otros gastos que nunca faltan”, explica la desconsolada mujer.

Pero como si fuera poco, hace una semana, la Secretaría de Gobierno Municipal les dio permiso a los pequeños comerciantes, para que se fueran con sus productos a la avenida segunda con calles 34 y 36, pero en ese lugar están a pleno sol y agua. “Y lo peor: las ventas están superpesadas”, expresa una madre de familia. 

La misma situación de Marelby, ocurre con Nelsy Acosta Martínez, madre de tres menores de edad, para los cuales afirma, están embolatados los regalos y la ropa de Navidad y Año Nuevo. Ella es una madre de familia de 40 años residente en el barrio Rancho Grande en la margen izquierda del río Sinú. Siempre trabaja para la temporada de diciembre.

Pero la situación de Adriana Lucía Arizal González, residente en la urbanización El Recuerdo, no es nada mejor. Ella cuenta con 24 años y tiene un niño de cuatro años, hasta el momento no ha podido reunir para comprarle el regalito y la ropita a su hijo. Las ventas en el sector de la calle 34 con carrera segunda, donde se encuentra, están bastante malas.