POR: EUSEBIO CANABAL RESTREPO
El Sinú era la región más apartada del Estado soberano de Bolívar. Montería era un punto remoto conocido como San Jerónimo. Las cartografías de la época tan solo mostraban hasta Santa Cruz (Lorica).
El Sinú nace en el nudo del Paramillo, allá en donde la cordillera de los Andes, por su lado occidental, muere en las serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel. Entre las dos primeras se abre camino el gran Sinú, forjando ubérrimos valles de exuberante belleza.
La mitología zenú reza que sus aguas emanan de un totumo de oro que arrulla el viento en lo alto del cerro Murrucucú. Río orgulloso que no tributa a ninguno otro, y en cambio, con ímpetu reposado, recorre 415 km. para depositar sus aguas directamente en el mar Caribe, allá en el pantano de Tinajones, cuando en el contexto de las luchas por la tierra entre campesinos y terratenientes del bajo Sinú, a mediados del siglo XX, se construyeran canales para aprovechar la tierra cultivable, que progresivamente cambiarían la desembocadura natural del río desde la bahía de Cispatá hasta su punto actual en Tinajones, San Bernardo del Viento.
El Sinú era la región más apartada del Estado soberano de Bolívar. Montería era un punto remoto conocido como San Jerónimo. Las cartografías de la época tan solo mostraban hasta Santa Cruz (Lorica).
Pero, ¿Qué tuvo que ver el río en la preponderancia económica, social y política de Montería, eventual capital departamental, frente a poblaciones de más antigua fundación como Lorica (1740), Cereté (1721), o incluso Ayapel (1535)?
Según el abogado e historiador monteriano Andrés Ramos Cabrales, una causa fundamental de esta preponderancia fue que San Jerónimo constituía la frontera selvática para la extracción de recursos naturales de “bonanzas esporádicas”, tales como el caucho, el oro, la raicilla y la madera. Montería era el último puerto comercial importante en la ampliación de la frontera con la selva virgen.
La extracción de madera por parte de la compañía norteamericana George D. Emery & Co, hizo que la aldea de San Jerónimo cobrara preponderancia económica y demográfica, preponderancia que luego tendría un efecto democrático, cuando a través de la ley 9 de 1951, que crea el departamento de Córdoba, se escoge a Montería como capital.
Por el río entraron las huestes de don Pedro de Heredia, hace 500 años, que profanaron las tumbas de los valerosos reyes zenúes. Franceses (Luis Striffler & Co. – 1844) y norteamericanos a mediados del siglo XIX talaron sus caobas y ceibas milenarias, escarbaron en su lecho afanados de empresa, y sobre sus valles fundaron esplendidas haciendas algodoneras y ganaderas. Más tarde los árabes remontarían sus aguas cargados del comercio de sus ancestros fenicios. El mundo remontó el Sinú!
Herman Hess, en su obra Siddharta (1922) – poema que explora el misticismo hindú -, escoge como personaje principal al Río, y compara su fluir con la naturaleza del tiempo, pues en ese fluir, la vida y la muerte, el dolor y la alegría, el bien y también el mal forman parte de una misma unidad, y son necesarios para dar sentido a la existencia.
Debe ser derrotero entonces para los hijos del Sinú, que por generaciones crecieron fuertes alimentándose de sus frutos, procurar su conservación y reivindicarle histórica, económica y culturalmente.